PROBLEMAS CLÍNICOS MÁS RELEVANTES EN EL PACIENTE GERIÁTRICO


La atención sanitaria a los ancianos es uno de los principios, por todos aceptado, de la política sanitaria de los países desarrollados. El progresivo envejecimiento de las sociedades más avanzadas ha llevado a la búsqueda de una metodología planificada de atención médica, variando las características en los diversos sistemas de salud.
En los últimos años se ha asistido a gran cantidad de avances en el conocimiento sobre la biología y los cambios asociados al proceso de envejecimiento. En dichos estudios se ha podido comprobar que muchos de esos cambios son, en realidad, el resultado de varios factores de riesgo potencialmente modificables como alimentación, tabaco, inactividad, uso de fármacos e influencias psicosociales. Los principios de la medicina geriátrica, tal y como se entiende hoy, surgieron de varias ideas, como que la vejez no es una enfermedad, que es esencial realizar un diagnóstico lo más exacto posible y que son curables o, al menos, tratables muchas de las enfermedades que aparecen en esta época de la vida.
Aspectos comunes de la patología clínica en geriatría son:
1. Variabilidad individual. Las variaciones entre los individuos, desde las perspectivas fisiológicas, fisiopatológicas y/o funcionales, aumentan con la edad. Como consecuencia de esta heterogeneidad fisiológica, a la que se añade la diversidad en el modo de enfermar que presenta este grupo de población, se requiere una aproximación más heterogénea en la prestación de los diferentes cuidados.
2. Patología múltiple. La norma en el anciano es la presencia de pluripatología. La existencia, en un mismo paciente, de múltiples problemas médicos complica el acercamiento diagnóstico y terapéutico. Hay que establecer un orden de prioridades al instaurar un tratamiento con el fin de evitar la plurifarmacia.
3. Mayor tendencia a la cronicidad y a la aparición de incapacidades. Aunque la incidencia y la prevalencia de enfermedades crónicas son mucho mayores en ancianos que en jóvenes, esto no significa que el deterioro funcional sea un aspecto normal del envejecimiento. Por el contrario, las alteraciones crónicas y sus limitaciones funcionales resultantes son la consecuencia de diversos procesos patológicos, los cuales son con frecuencia previsibles y, en la mayoría de los casos, tratables. Por lo tanto, la aproximación nihilista a las enfermedades crónicas y a las limitaciones funcionales es totalmente imperdonable en el cuidado a los ancianos. Este tipo de entidades presentan una gran variabilidad en su evolución, plantean problemas no sólo en el manejo clínico sino también en aspectos sociales y psicológicos, requieren grandes esfuerzos asistenciales para su alivio o mantenimiento y producen graves incapacidades.
Para poder establecer un criterio de frecuencia en cuanto a las enfermedades que presentan los ancianos, su gravedad, las limitaciones que provocan, su morbilidad y mortalidad, es necesario recurrir a varias fuentes de información de forma simultánea. Las más importantes serían: el propio testimonio de los ancianos, el de los médicos que los atienden, los informes de alta hospitalaria, el análisis de las causas de muerte y los informes de autopsias. Con todo ello, y basándose en la información de diferentes pruebas, algunas propias y otras tan contrastadas como las que aparecen en el Libro Blanco: El médico y la tercera edad o en los anuarios del Instituto Nacional de Estadística, es posible establecer que en nuestro medio los trastornos más comunes a partir de los 65 años son: los que afectan el sistema cardiorrespiratorio, los neuropsiquiátricos, las infecciones, los procesos osteoarticulares y metabólicos, incluyendo entre estos últimos la diabetes y los relacionados con la nutrición. Más atrás se hallan los trastornos digestivos, genitourinarios, de los órganos de los sentidos, etc.
En el anciano, muchas veces el médico es llamado más para resolver “problemas” concretos que para atender a las enfermedades clásicas. Estos problemas, de difícil inclusión en los tratados habituales de medicina interna, se engloban con frecuencia en lo que se ha dado en llamar “síndromes geriátricos”.


Autor
P. Gil Gregorio

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