HIPERTENSIÓN EN LA VEJEZ


La prevalencia de hipertensión en individuos de edad igual o superior a 60 años es de alrededor del 60%. Los pacientes de edad avanzada con frecuencia presentan una hipertensión sistólica aislada (definida como una presión sistólica igual o superior a 140 mmHg y una diastólica inferior a 90 mmHg) o gran predominio sistólico, debido a la pérdida de la elasticidad de los vasos. Está bien establecido que la hipertensión sistólica constituye un factor de riesgo independiente para la coronariopatía isquémica, el accidente vascular cerebral y la enfermedad cardiovascular, y que su tratamiento se asocia a un descenso del 27% de infartos de miocardio y del 36% de ictus. El inicio súbito de una hipertensión a estas edades sugiere la presencia de hipertensión vasculorrenal de origen arteriosclerótico. En alguna ocasión la rigidez de la arteria humeral es tal que no puede ser comprimida por el manguito del esfigmomanómetro (seudohipertensión).
Su sospecha se basa en el hallazgo de cifras tensionales muy altas en ausencia de repercusión sistémica.
El tratamiento debe ser menos agresivo, con descensos más paulatinos, y nunca ha de comprometer el flujo sanguíneo de los órganos vitales. Por todo ello, en el tratamiento se deben tener en cuenta algunas consideraciones: a) a esta edad hay una disminución de la sensibilidad de los barorreceptores, lo cual explica la facilidad con que se induce una hipotensión ortostática mediante los diuréticos; b) el aclaramiento hepático y renal de los fármacos está reducido; c) la colaboración del paciente puede ser escasa, por lo que se deben evitar los intervalos cortos y el número excesivo de comprimidos; d) con frecuencia la hipertensión es resistente al tratamiento; e) el número o la intensidad de los efectos secundarios son superiores a los de un adulto joven, y f) considerar como meta una presión sistólica de 160 mmHg si está por encima de 180 mmHg o un descenso de 20 mmHg si la sistólica está entre 160 y 179 mmHg. Niveles inferiores a 160 mmHg sólo requieren medidas no farmacológicas. Deben evitarse los agonistas alfa centrales y el labetalol por la tendencia a provocar hipotensión ortostática que presentan. Todos los fármacos han demostrado su eficacia para descender la presión arterial en pacientes de edad avanzada, aunque los estudios controlados en los que se comprobó un descenso en la morbilidad y mortalidad cardiovascular fueron efectuados con diuréticos y bloqueadores betadrenérgicos. En general, los descensos tensionales deben inducirse de forma lenta (semanas o meses), evitando al máximo los efectos indeseables de los fármacos utilizados.
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