EL PLACER DE COMER
Todo el mundo ha podido comprobar alguna vez el placer que representa recuperar la alimentación habitual después de, por ejemplo, una estancia en extranjero o en el hospital. Además, cada individuo está marcado por los hábitos alimentarios familiares o regionales. La simple idea de sentarse a la mesa ante un plato que recuerde la juventud produce una salivación y una sensación de apetito que demuestra la relación entre la mente y el valor afectivo de los alimentos. Algunos alimentos se han convertido en símbolos de la sociedad que los consume: el pan en Europa, el arroz en Asia, etc.
La forma de comer también responde a una necesidad cultural y social. El placer que se tiene al comer con la familia o con amigos permite estrechar los contactos y fomentar las relaciones. Comer solo es una actividad triste que no favorece el apetito.
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