TIPOS DE LUMBALGIAS


Las que más nos interesan a los amantes de la vida al aire libre, o a los que emplean sus horas de ocio en contacto con la naturaleza en menesteres del campo, son las "lumbalgias intermitentes o de esfuerzo".
Estas se desencadenan en toda persona que, no estando acostumbrada a esfuerzos de riñones o posturas inclinadas, de tiempo en tiempo se entretiene en cultivar su huerto, podar sus rosales abonar su jardín, cortar su césped, etc.; es decir, aquella persona que durante toda la semana hace un trabajo sedentario para luego, el fin de semana, disfrutar de su jardín o salir al campo.
Hay otros dos tipos de lumbalgia, pero no tan frecuentes desde el punto de vista del aficionado a la horticultura; nos referimos a la lumbalgia aguda, que puede aparecer por múltiples factores, y a la crónica, la cual si debe primordialmente a lesiones en alguno de los distintos componentes de la columna vertebral.
Viene al caso decir que aquellas personas que al tener un "ataque de tos" se resienten de la columna, son incompatibles con toda actividad de ocio que sea motivo de esfuerzo de "los riñones", pues el dolor de columna por un esfuerzo mínimo como la tos, es signo inequívoco de lesión de algunos de los componentes de las articulaciones de la misma.
¿Qué sentimos cuando tenemos una lumbalgia?
Cuando nos encontramos en la segunda vivienda, en esa casita de campo donde disfrutamos de nuestros fines de semana, realizando trabajos a los cuales no estamos habituados, como puede ser la jardinería, o bien el "lavar" el motor de nuestro coche, o realizar una "chapuza" en cualquier rincón de la parcela, en un momento dado puede sentirse un dolor agudo, fuerte, intenso, en la región de los lomos; es un dolor paralizante e incluso asfixiante, que algunas veces se asocia a una sensación de chasquido. Con frecuencia puede acompañarse de una sensación de frío, palidez del rostro, sudoración e inestabilidad.
Todo este conjunto de síntomas nos da la sensación de encontrarnos "paralizados o envarados" y con un gran temor a realizar cualquier movimiento.
Esta sensación de envaramiento nos puede crear un estado psicológico de paralización que más adelante, si anteriormente hemos padecido una situación parecida, puede obsesionarnos, hasta vivir siempre con la sensación que pueda volver a ocurrirnos nuevamente un estado parecido, lo cual determina un permanente estado de "alerta" ante cualquier movimiento que pueda desencadenarnos nuevamente el cuadro doloroso de la lumbalgia.

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