CONDUCCIÓN DE AUTOMÓVIL Y ENFERMEDADES


CONDUCCIÓN DE AUTOMÓVIL Y ENFERMEDADESLeí en una ocasión una frase que me llamo la atención por el gran significado de sus palabras: "Conducir estando en forma" y, efectivamente, por nuestro bien, y en él, nos va la vida, la conducción de cualquier vehículo a motor siempre debería hacerse "estando en forma psíquica y orgánicamente". Es decir, sin tensiones mentales y sin enfermedades que alteren el normal equilibrio de la persona. Desde luego, conducir es difícil hasta para un hombre sano.

De la misma forma que hay personas que no están capacitadas para hacer ciertos deportes o ciertos trabajos, lo mismo ocurre con la conducción de vehículos a motor.
Existen una serie de condiciones médicas y psicológicas, así como el tratamiento de éstas, que impiden de forma temporal la conducción en ciertos individuos, así como el tratamiento de ciertas afecciones limitan la habilidad necesaria para realizarla, al menos durante el tiempo de tratamiento, aunque en otras ocasiones puede ser definitiva.
Debemos pensar que la conducción de un vehículo es siempre distinta; no se conduce lo mismo de día que de noche, como asimismo varía la conducción un día festivo, en una ciudad descongestionada de tráfico, que la conducción que se realiza en una carretera de primer orden a la vuelta de un "puente festivo".
No conducen en las mismas condiciones los profesionales de servicios públicos que los que conducen vehículos privados, que siempre se encuentran sujetos a menor presión psíquica que los profesionales, porque los privados podemos escoger el momento y la ruta para realizar un viaje.
Varía asimismo la duración de la conducción, con lo cual entramos en una faceta fundamental, que es:
La fatiga. El mayor peligro que puede existir para un conductor de cualquier tipo de vehículo es el cansancio, la fatiga, el trabajo durante un número excesivo de horas. Esto es debido a que el individuo con sueño y cansado no puede tomar decisiones rápidas, y cuando logra hacerlo el reflejo es lento, no con la rapidez y precisión que normalmente se realizaría.
La capacidad de atención en un hombre cansado y nervioso por el esfuerzo que realiza es mínima, disminuye enormemente ante cualquier contingencia y pasa por alto detalles de peligro, que en una situación normal le llamarían la atención.
Como decía con anterioridad, no todas las personas estamos capacitadas para realizar un mismo trabajo o deporte: por nuestra constitución, por nuestra personalidad psíquica, por padecer alguna enfermedad que disminuya nuestras energías; por ello hay personas que se agotan pronto, y éstas no deben conducir durante muchas horas por el esfuerzo continuado que supone su agotamiento.
Como premisa para conducir de forma adecuada diría que "no se debe conducir más de ocho horas al día, así como hacer una pausa, cada dos o tres horas, tras una conducción continua".
Está muy extendido entre todos los conductores del automóvil el hecho de que la "cafeína", ya sea tomada en forma de café o en tabletas, estimula y nos quita el cansancio y el sueño, pero el hecho real es que estos preparados, y otros similares, no hacen otra cosa que enmascarar los efectos del cansancio, que permanece igual.
Todas las personas tenemos un "dintel" de aguante y cada uno conocemos hasta qué medida llegan nuestras fuerzas: no se deben de sobrepasar, porque en esta forma de conducir la "atención" y "el estado de alerta" nos salva la vida cada minuto.
El gran stress al cual se encuentra sometido todo conductor puede repercutir gravemente en nuestro sistema cardiocirculatorio, el cual sufre una gran tensión mientras se conduce. La frecuencia del pulso normalmente entre ochenta y noventa pulsaciones por minuto, se ve aumentada en los conductores que manejan el automóvil en carreteras rurales no congestionadas; esta manifestación de excitación y alerta se ve aumentada en una gran proporción cuando se conduce a través de una ciudad congestionada, teniendo en ocasiones graves repercusiones sobre nuestro organismo.
Estudios médicos profundos han comprobado estos estados en los conductores de vehículos, y se han visto las alteraciones del ritmo cardíaco por electrocardiogramas, hallazgos que apoyan la teoría de que "conducir es una actividad que produce un estado continuo de tensión", por lo cual toda persona que padezca una enfermedad cardíaca debe de estar advertida de los riesgos que entraña tal actividad y tomar las precauciones debidas que puedan prevenir un accidente cardíaco.
No se pueden dar unas reglas fijas para cada entidad nosológica, pues cada enfermedad es distinta en cada enfermo, pero sí se puede apuntar una lista de consideraciones que nos puedan servir de guía en general.
En revisiones periódicas realizadas en los puestos de trabajo se nos ha comunicado, pongo por ejemplo, el hecho de que tenemos un corazón grande, "hipertrofia cardíaca" se denomina comúnmente. Esta alteración no indica prohibición de conducir, si no se acompaña de otra sintomatología o manifestación de enfermedad cardiopulmonar.
Las alteraciones "del ritmo cardíaco", las denominadas arritmias, que son muy frecuentes como alteraciones cardíacas, si son factibles de tratamiento y se soportan bien, no alteran la conducción de vehículos.
Si la alteración del ritmo es debida a lesiones ortánicas del corazón, generalmente la persona está muy afectada y normalmente no pueden ejercer ninguna actividad.
Hemos oído hablar hoy día con mucha frecuencia de los "marcapasos". Estas prótesis se implantan a los enfermos afectados por alteraciones de ritmo cardíaco, cuando hay lesiones en la conducción eléctrica del corazón. Bien compensados por la implantación del marcapasos, son personas que pueden desarrollar la actividad de conducir de forma moderada, no dando lugar a cansancio por la excitación y stress que la conducción en estas condiciones físicas implica.
Como pago al ajetreo de la vida moderna tenemos una gran casuística de enfermedades agudas del corazón de todos conocida, pues pocas serían las personas que no conozcan algún pariente o amigo que haya padecido una angina de pecho severa, una insuficiencia coronaria o infarto agudo de corazón que les ha incapacitado para todo ejercicio y, sobre todo, para cualquier actividad que se realice con stress continuo, como es el caso de la conducción de automóviles.
Conducir un automóvil particular sólo puede estar justificado en los enfermos recuperados absolutamente de su infarto. La conducción como actividad profesional es prohibitiva en este tipo de lesiones por la alteración emocional que anteriormente hemos comentado.
Dentro del cuadro de las afecciones respiratorias no podemos dejar de mencionar la "hipertensión y la hipotensión", cuadros muy frecuentes dentro del sistema. La hipertensión severa, que puede dar lugar a síncopes o pérdidas de conocimiento en un momento dado, sobre todo cuando está motivada por alteraciones del "nódulo carotídeo", es razón suficiente para contraindicar la conducción de todo tipo de vehículos y, sobre todo, cuando por delante se tiene un largo camino.
No así la hipertensión controlada, que puede permitir la conducción de vehículos particulares, pero con ciertas limitaciones, sobre todo de esfuerzo, por las razones de excitación que motiva la conducción en grandes urbes o por la fatiga en desplazamientos prolongados.
Las enfermedades metabólicas pueden, por los síntomas que producen, dar lugar a incapacidades para realizar la conducción, tanto en ciudad como en carretera.
Una enfermedad metabólica, muy difundida hoy día sin conocer los motivos de ello, es la diabetes.
Debemos saber que un diabético que recibe insulina para su tratamiento, aun cuando esté perfectamente controlado, sólo puede conducir su vehículo, porque se encuentra siempre expuesto a sufrir un trastorno hipoglucémico súbito, con la pérdida de control que ello origina.
Cuando la diabetes no es insulinodependiente, es decir, puede ser controlada, simplemente con dieta y medicamentos orales, no impide el manejo de cualquier tipo de vehículo, bien sea privados o públicos.
Pero es fundamental que el diabético sea persona muy disciplinada en cuanto al régimen alimentario y régimen de vida, pues es importante considerar si es un conductor seguro o peligroso, según actúe en estas facetas.
Las afecciones metabólicas crónicas de tratamiento continuado y severo, y que se exteriorizan por irritabilidad emocional e inestabilidad, pueden descalificar a la persona para la conducción de cualquier tipo de vehículo, por lo menos mientras persista dicha alteración de personalidad; posteriormente sedimentado su estado emocional puede conducir cualquier vehículo motor.
Enfermedades metabólicas más graves, como las lesiones de corteza suprarrenal, de la hipófisis, del tiroides, como mixedema grave, etc., que siempre cursan con gran astenia (cansancio), hiperexcitabilidad neuromuscular (temblores), espasmos o contracciones musculares dolorosas, etc., depresión e incluso psicosis, incapacita para la conducción de cualquier forma y vehículo, y normalmente para siempre, no así si la enfermedad es asequible al tratamiento quirúrgico corrector, como en el caso de tumores compresivos del cerebro o de las glándulas suprarrenales, que dan lugar a accesos de cefaleas, vértigos, debilidad, visión borrosa, hipertensión, taquicardia, sintomatología desagradable que desaparece por completo cuando se ha extraído el tumor, a partir de lo cual el enfermo puede seguir conduciendo.
Las enfermedades "infecciosas" que cursan con fiebre alta no cabe duda que imposibilitan temporalmente la conducción, pues toda fiebre alta (y me refiero a fiebres por encima de 38°) cursan con debilidad, cansancio, baja de tensión, con lo cual se encuentran disminuidos los reflejos y la habilidad para realizar una buena conducción.
El hábito desmesurado de consumo de tabaco hace que un conjunto muy considerable de la población se encuentre afectada de procesos bronco-pulmonares, aunque coexistan otros factores patológicos que ayuden a la formación de este tipo de enfermedades.
Pero el hecho es que el gran deterioro orgánico que producen estas enfermedades, como el asma, bronquitis crónica, enfisema pulmonar, etc., etc., por los accesos súbitos y recurrentes de tos, accesos de asma y el cuadro dramático de falta de respiración, que puede incluso llegar a la pérdida de conciencia, hacen que este tipo de personas no sean las más aptas para la conducción de vehículos, pues entrañan un peligro en potencia en el manejo del volante.
La vista y el oído. Los dos grandes sentidos del ser humano, necesarios para nuestra convivencia e imprescindibles para el desempeño de la actividad que comentamos.
La agudeza visual, es decir, el poder discernir un objeto nítidamente en nuestro cerebro, es fundamental en esta actividad, y hasta tal punto que todo conductor debe someterse a exámenes periódicos anuales o semestrales si se nota un deterioro progresivo visual.
Tan importante es igualmente la "visión periférica", es decir, el campo visual, lo que abarca nuestro ojo en el sentido lateral, que nunca podrá ser inferior a un ángulo de 140° en cualquier conductor.
Las alteraciones de los músculos oculares, que dan lugar a estravismos, nigtasmus (desviación anormal de los ojos), etc., etc., pueden ser causa de cansancio muscular, que en casos graves pueden ocasionar "visión doble" o diplopía, con lo cual la conducción es verdaderamente peligrosa. Lógicamente estas personas pueden conducir por pequeños espacios de tiempo, pues conducciones continuadas dan lugar a cansancio de los músculos oculares y, como consecuencia, alteraciones visuales.
Es frecuente oír el que una persona es "daltónica", es decir, tiene dificultad para distinguir los colores rojo y verde. Los profesionales de la conducción deben distinguir perfectamente los colores rojo, verde y ámbar; los particulares, por el hecho de estar standarizadas las señales de tráfico mundialmente, tienen pocos problemas, siempre que su daltonismo no sea muy agudo, pues en estos casos la agudeza visual se encuentra muy disminuida y esto impide la conducción.
La sordera. No constituye un defecto total para la conducción, dado que normalmente este tipo de individuos, al conocer su defecto, les hace más prudentes y cautos en la conducción de su automóvil. No obstante, esto es válido para el privado, pero no así para el conductor público.
Las alteraciones del oído medio e interno por enfermedades como el conocido "síndrome de Menier" (mareos, vértigos y ruidos de oídos) contraindican todo tipo de conducción.
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