EMBARAZO Y LACTANCIA


EMBARAZO Y LACTANCIAEl embarazo crea en la futura madre numerosas exigencias nutricionales. A pesar de que una madre subalimentada pueda dar a luz a un niño sano, existe, por regla general, una relación directa entre la alimentación de la mujer gestante y el estado del niño al nacer. Ha quedado igualmente demostrado que algunas de las complicaciones que ocurren durante el embarazo, tales como la anemia, la toxemia y el parto prematuro, pueden ser consecuencia de una dieta inadecuada a los requerimientos de la madre y del feto. Por consiguiente, la madre correctamente alimentada disfrutará de mejor salud y tendrá mayores posibilidades de dar a luz un niño sano que aquella cuya alimentación a sido crónicamente insuficiente.

- Calorías. Si la actividad física de la madre permanece constante durante el segundo y tercer trimestre del embarazo, se aconsejan unas 200 calorías suplementarios para satisfacer la demanda enérgica creada por este estado. La formación de tejido nuevo en la madre, placenta y feto, el aumento del esfuerzo requerido por su actividad física y el aumento del rendimiento del metabolismo basal son factores que contribuyen al aumento de las necesidades calóricas. Sin embargo, la disminución de la actividad el tercer trimestre hace innecesario este suplemento, ya que viene a contrarrestar estos efectos.

- Proteínas. El ingreso proteico debe ser aumentado durante el embarazo en atención a su contribución específica al crecimiento, y también al hecho de que la dieta pobre en proteínas suele ser deficiente en otros nutrientes. Se recomienda, por consiguiente, un suplemento de 10 g/día de proteína como reserva para el feto y tejidos accesorios. Este suplemento proteico será aportado por cantidades adicionales de leche, pollo, pescado y huevos.

- Calcio y fósforo. Se recomienda suministrar a la mujer embarazada un suplemento de calcio y fósforo de 0,4 g/día en atención al incremento de sus necesidades propias y a la formación de los dientes y estructura ósea del feto. Un litro de leche diario suministrará una parte importante del calcio y del fósforo, amen de una proporción de las vitaminas necesarias.

- Magnesio. La pauta dietética también recomienda un suplemento de 150 mg/día de magnesio, suplemento que puede obtenerse a partir de cantidades adicionales de leche, carne, cereales, frutas y hortalizas.

- Hierro. Un suministro adecuado de hierro durante el embarazo es tan importante como el de calcio. Además del aumento de las necesidades propias de la madre, también el feto necesita hierro para la formación de su propia sangre. La sangre del recién nacido contiene de 20 a 22 g de hemoglobina por 100 ml. Esta elevada concentración facilita la captación del oxígeno en la placenta en donde la presión del mismo es mas baja que en los pulmones. Poco tiempo después del nacimiento, parte de la hemoglobina se descompone, alcanzándose la concentración normal, de 13 a 14 g por 100 ml de sangre. El hierro que resulta de la descomposición de la hemoglobina se acumula en el hígado del niño y servirá de reserva durante los primeros meses de vida para compensar la escasez del elemento en la dieta láctea. Si la ingesta de la madre es deficitaria en hierro, la carencia se reflejará en la concentración de hemoglobina en su propia sangre y eventualmente en la del niño, disminuyendo, por consiguiente, la cantidad de hierro almacenable en el hígado del niño.

Los alimentos excepcionalmente ricos en hierro, tales como el hígado de buey, de pollo y de cerdo, deberán incluirse frecuentemente en la dieta de la futura madre.

- Yodo. El yodo constituye otro elemento importante en la dieta de la futura madre. Un déficit de este elemento puede producir bocio en el niño o en la madre. El uso de sal yodada es aconsejable para las personas que residen en zonas en las que el suelo y el agua potable son deficientes en dicho elemento.

- Vitaminas. Todas las vitaminas son necesarias para el metabolismo del tejido viviente y por tanto, doblemente necesarias durante el periodo de crecimiento. Casualmente, los alimentos ricos en vitaminas son los mismos que aquellos que por su contenido en otros nutrientes se consideran como esenciales. Por consiguiente, leche y derivados; Huevos, carne, pescado y aves y especialmente hígado; cereales completos y pan enriquecido; verduras, frutos cítricos, tomate, col y patatas, deben figurar con abundancia en la dieta de la mujer embarazada.

La asimilación del calcio y del fósforo dependen de la presencia en la dieta de cierta cantidad de vitamina D. Generalmente se está generalizando la adición de vitamina D a la leche entera y a la leche descremada (400 U.I. por litro).

El aceite mineral en cualquiera de sus formas dificulta la absorción de las vitaminas liposolubles y debe evitarse siempre que sea posible.

Además de cantidades suplementarios de tiamina, riboflavina, niacina, vitaminas B6 y B12 y ácido ascórbico, la mujer embarazada puede requerir un suplemento de 0,2-0,4 mg/día de folacina para evitar la anemia megaloblástica. Pero, en general, el uso de complemento vitamínicos no es necesario, a menos que, debido a otras enfermedades o a otros problemas, la madre no pueda disfrutar de una dieta adecuada. El médico es el más adecuado para decidir si se necesitan o no suplementos.
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