EL TOBILLO


Zona de transición entre la pierna y el pie, es especialmente vulnerable en prácticamente todos los deportes. Nuestro bipedentadismo ha hecho de esta articulación una de las principales de nuestro organismo y fundamental para nuestro desenvolvimiento en la naturaleza. La forma especial de articulación, entre los tres huesos que la forman, hace que gráficamente se la denomine "mortaja tibio-peronea-astragalina"; constituida para aguantar grandes esfuerzos, es articulación muy robusta y resistente a su fractura, pero cuando nos la lesionamos la pregunta que inmediatamente surge es: ¿se me habrá roto el tobillo?
Como norma muy acertada podemos decir que "cuanto antes se instaura la inflamación o edema, después de un dolor súbito, menos posibilidades hay de que se trate de una fractura o lesión del hueso". El dolor súbito en la parte externa de tobillo y debajo del maléolo externo, con o sin equimosis (cardenal), significa normalmente "distensión de ligamentos externos o esguinces de tobillo". La palpación por delante o detrás del abultamiento, tanto externo como interno del tobillo, puede resultar dolorosa, debido a que es por esta zona por donde pasan los ligamentos que fijan la articulación. Su alargamiento o distensión nos dará dolor agudo. Cuando se comprime el maléolo y es fuertemente doloroso, lo más probable es que exista fisura, como mínimo si no comprobamos el desplazamiento del hueso. Si existe desplazamiento no hay duda de su fractura.
Para todos nos es conocido que en cualquier lesión del tobillo el ABC de su tratamiento es la inmovilización. Nuestro botiquín de acampada tiene para estos casos un carrete de esparadrapo de diez por diez, con el cual procederemos de la siguiente forma:
Cortaremos unas tiras de 5 cm. de ancho por unos 40 cm. de largo, con las cuales trataremos de hacer un estribo en el tobillo. Con este vendaje inmovilizaremos en parte la zona lesionada, ya que evitaremos los movimientos laterales, pero no así la dorsiflexión (mover el pie hacia arriba y hacia abajo), que generalmente no es dolorosa.
Antes de que se inicie la inflamación debemos cambiar las medias e inmediatamente proceder a calzarle la bota, que bien ajustada le va a proporcionar la mejor sujeción hasta su tratamiento correcto.
En este punto es necesario recordar que cuando realizamos un vendaje compresivo éste se debe mantener durante todo el día, pero que llegada la noche es conveniente aflojarlo para facilitar debidamente la circulación del miembro.
"La espinilla", constituida por la denominada cresta anterior de la tibia, es una de las zonas óseas más expuesta de nuestro organismo a sufrir golpes directos.
Todos en nuestra vida hemos padecido golpes en esta zona y sabemos lo dolorosos que son; la zona, ocupada por tendones y nervios y protegida sólo por la piel, es dolorosa por necesidad y cualquier golpe, por pequeño que sea, motiva vivo dolor que imposibilita la marcha. Pero si tenemos en cuenta que una lesión ósea (fisura, por pequeña que sea) de la tibia impide en todo momento caminar, cuando después de un traumatismo la víctima es capaz de caminar y aguantar su peso corporal se tiene casi la seguridad de que las lesiones sólo son músculo-tendinosas y muy difícilmente óseas.
El tratamiento adecuado será: reposo durante unas horas, aplicación de compresas frías en la zona afectada y vendaje, previa desinfección, si existe alguna escoriación de la piel o inicio de formación de hematoma (cardenal).
"La rodilla" difícilmente se puede fracturar; sólo si se golpea directamente con un objeto contundente o bien se caiga sobre algo duro con la pierna en flexión. Lo que con más frecuencia nos golpeamos es la "tuberosidad anterior" de la tibia, lugar de inserción de tendones y músculos, por lo cual su traumatismo va a dar lugar a impotencia para la marcha.
Los golpes más frecuentes en nuestra convivencia con la naturaleza los recibe "la rótula", como parte más prominente de la rodilla; un tropezón o caída hacia adelante son los motivos más frecuentes de las lesiones, las cuales son muy objetivas, pues su fractura se nota fácilmente: primero, porque nos es imposible doblar la rodilla o enderezarla si está flexionada, y porque además se puede notar una separación de continuidad en su superficie anterior.
La impotencia a cualquier movimiento a que da lugar este tipo de lesiones imposibilita la marcha, por lo cual el lesionado debe ser evacuado al centro médico más inmediato.
Lo normal es que pueda trasladarse en vehículo apropiado, pero en el bosque o montaña, por su difícil acceso, nos vemos precisados a improvisar lo que nuestra experiencia nos dicte como más idóneo.
Pues bien, una rótula fracturada no puede ser motivo para que la víctima no pueda apoyar la pierna si previamente la hemos inmovilizado en posición recta, es decir, en extensión, para lo cual podemos usar o bien tablillas o bastones colocados a ambos lados de la rodilla. Si le ayudamos a andar lentamente podremos salir del bosque sin ningún inconveniente.
En la rodilla no sólo son importantes los huesos; como gran articulación, sus ligamentos son elemento constituyentes muy determinantes de su capacidad funcional. Sólo movimientos muy bruscos y fuertes pueden dar lugar a sus lesiones y esto no ocurre, generalmente, en la marcha, en el alpinismo o en nuestro pasear por bosques y praderas. Las distensiones y desgarro de los ligamentos de la rodilla se producen comúnmente en el deporte de esquí, donde el ejercicio de rodilla es muy fuerte.
En circunstancias como la bajada de un declive puede dar lugar a distensión o desgarro de un ligamento, que se acompañará de otras lesiones, lo cual dará lugar, traslado inmediato a un centro adecuado.
"El fémur": La fractura del fémur es muy difícil en los ejercicios que realizamos al hacer una escalada, acampada, marcha etc., sobre todo si se tiene en cuenta la edad media de las personas que practican estas actividades deportivas: pero caídas fortuitas en el montañismo sí hacen posible su aparición.
Es tan significativa su lesión que cualquier lego en materia médica puede diagnosticarla.
La imposibilidad de ponerse en pie, incluso de moverse estando tumbado boca arriba, son signos que nos indican la gravedad de la lesión. Lo primero que tendremos que hacer, como en toda lesión en miembro inferior, es inmovilizar el miembro afectado, y en la práctica la mejor tablilla es siempre la otra pierna. Procederemos de la siguiente forma: colocaremos primeramente una almohadilla entre los muslos y a nivel de las pantorrillas (unos jerseys o cazadoras, o simplemente unas toallas plegadas, serán suficientes) con ello separamos y evitamos el roce de la parte interna de las rodillas. A continuación ataremos ambas piernas a nivel de tobillos, pantorrillas y por encima inmediatamente de las rodillas, quedando fija de esta forma la pierna lesionada a la sana. Se procederá a su traslado de la forma más cómoda posible.
"La cadera": Médicamente denominada pelvis, comprende la parte superior del fémur o muslo, que denominamos "trocánter", y por encima de él la cadera o "cresta superior de la pelvis". Son zonas de inserción de múltiples ligamentos y músculos, estando asimismo muy inervadas, por lo cual cualquier traumatismo en esta zona es muy doloroso y ocasiona incapacidad para todo movimiento.
Las lesiones fuertes y que pueden ocasionar fracturas son raras, so pena que sean caídas desde ciertas alturas o golpes directos muy fuertes sobre esta región.
Las fracturas incapacitan inmediatamente para todo ejercicio.
Los traumatismos medios, sólo magullamientos, son dolorosos, pero con la ayuda de un bastón en el lugar contrario a la lesión puede facilitarnos la marcha, aunque sea lenta.
Esta zona pélvica es una región peligrosa por la cantidad de órganos importantes que contiene (intestino, vejiga de orina, órganos sexuales femeninos, etc. ); por eso un traumatismo violento, raro en la práctica de un ejercicio físico no competitivo, que curse con salida de sangre por la orina, es causa urgente del traslado de la víctima al centro más próximo, pues su presencia indica lesión grave de órganos internos.
En este recuerdo de las lesiones más frecuentes que pueden ocurrirnos en la práctica de ejercicios al aire libre la mano es la que normalmente puede padecer más accidentes en la vida cotidiana, pues es la herramienta más útil del ser humano. Por fortuna, a pesar de los múltiples traumatismos que pueden ocurrirle, generalmente no son de gravedad extrema en el ambiente campestre.
Las caídas fortuitas, por tropezones o traspiés, pueden dar lugar a luxaciones de los dedos. La deformación manifiesta, y que salta a simple vista, nos dará la pauta a seguir. El "simple tirón" del dedo en sentido recto lo devolverá a su postura fisiológica, y el fijarlo al dedo adyacente durante unos días es el tratamiento idóneo en estas lesiones.
En las caídas fortuitas, el brazo extendido es la autodefensa para parar el golpe de frente. Esto hace que la muñeca aguante la fuerza de la caída, dando lugar muchas veces a su fractura. La deformación suele ser siempre evidente; el brazo y muñeca dan la figura de un "tenedor", que evidencia la lesión ósea existente.
Lo indicado en estos casos es entablillar o inmovilizar la articulación en la posición más cómoda posible.
El pecho es la superficie mejor para inmovilizar las fracturas y traumatismos del antebrazo, codo o brazo.
Procederemos de la siguiente manera: colocaremos una toalla entre el vientre y el antebrazo y fijaremos el brazo al pecho con tiras de esparadrapo de 10 x 10 cm. Esto nos permite el asegurar e inmovilizar durante un tiempo el brazo.
Debe estarse atentos y vigilar que los dedos de la mano permanezcan con buena coloración y temperatura pues de lo contrario nos haría pensar en una lesión o bien nerviosa o vascular en la zona de fractura, lo cual requeriría el auxilio inmediato del médico. Si no es así, normalmente estas fracturas pueden ser tratadas al cabo de cuatro o cinco días, sin que por ello se altere el pronóstico de ellas.
En el miembro superior es corriente las luxaciones de codo o de hombro; son lesiones muy aparatosas, que llaman mucho la atención de las personas que las contemplan, pero que no revisten gravedad extrema. Su tratamiento puede realizarse en el campo con un mínimo de experiencia que tenga el socorrista.
Las luxaciones de codo deben ser tratadas por una persona versada en su tratamiento, dado que el codo es una articulación complicada y compleja, cuya manipulación requiere un exquisito cuidado. Pero el hombro entraña poco peligro.
La luxación de hombro se produce como consecuencia de una caída sobre él; cuando se luxa se aprecia su deformación si lo comparamos con el otro. La zona es dolorosa a la palpación y existe inmovilidad para todo movimiento.
Para reducirla podemos proceder de la siguiente forma: si tenemos una superficie plana, mesa o tronco, colocamos al enfermo sobre ella y de costado, teniendo el brazo lesionado colgando por su borde, en un ángulo de 90º con el resto del cuerpo. Lógicamente la cabeza y cuello sobresalen de la mesa, por lo cual se la debe sujetar otra persona. Colocado el enfermo de esta manera cogerá un cubo vacío que colgará sin tocar el suelo. Se irá llenando poco a poco el cubo con agua, y aproximadamente cuando se encuentre a la mitad o tres cuartas partes observaremos cómo el húmero (hueso del brazo que articula con el hombro) se coloca en su posición correcta.
Si como estamos en el campo no podemos gozar de ciertos beneficios de civilización, como es tener una mesa, podemos proceder de esta otra forma. Tumbada la víctima boca arriba en el suelo, colocará el brazo extendido formando un ángulo de 90º con el resto del cuerpo. El socorrista se colocará al lado del brazo lesionado y con su pie, previamente descalzo, introducirá su talón en la axila; traccionará suavemente del brazo hacia sí mismo hasta que note un "chasquido" suave; se produce cuando habiendo vencido la resistencia de los músculos del hombro la cabeza del hueso vuelve a su postura normal.
Reducida la luxación por uno u otro método, lo más inmediato es inmovilizarlo para lo cual colocaremos un "cabestrillo" en el brazo, realizándolo con tiras de esparadrapo adheridas al pecho como anteriormente se ha descrito, o bien colocando el brazo en una revista o cartón que colgaremos del cuello mediante una venda o pañuelo grande.
Lo más importante en las horas venideras será vigilar la temperatura y movilidad de los dedos de la mano, pues es el indicador más idóneo para demostrar que si no existen alteraciones de esta zona casi seguro que tampoco existen lesiones vasculares o nerviosas del hombro.
El traslado al centro médico más cercano se realizará cuando sea necesaria la toma de medidas urgentes, e igualmente cuando no se pueda reducir la luxación por los métodos indicados.

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