REGISTRO DE LA PRESIÓN ARTERIAL


El registro preciso de la presión arterial sólo puede obtenerse con una cánula intrarterial que mida la presión de manera directa. Sin embargo, su medición con el esfigmomanómetro corriente es suficientemente exacta. Se efectuará de manera sistemática en ambos brazos, al menos en la primera visita del paciente.

Técnica. El esfigmomanómetro más utilizado es el de mercurio.
El paciente debe estar cómodamente tendido y relajado y tomarse el tiempo necesario para recobrarse de la tensión emocional o del esfuerzo físico. El brazo ha de estar completamente desnudo, para evitar la compresión de la ropa y facilitar la aplicación del brazal, que debe apretarse bien, a unos 3 cm por encima de la flexura del codo, cuidando que la cámara de aire ocupe sobre todo la parte de dentro, por donde discurre la arteria humeral.

Método palpatorio. Se insufla el brazal hasta que desaparece el pulso humeral o radial, que se palpa con la otra mano, y luego se vacía lentamente –unos 2 mm/seg–, de modo que el momento en que reaparece el pulso corresponde aproximadamente a la presión sistólica. A medida que el brazal continúa deshinchándose, el pulso va adquiriendo una calidad de pulso saltón, hasta que llega un momento en que, de forma repentina, adquiere una calidad normal, que corresponde aproximadamente a la presión diastólica.

Método auscultatorio. Se insufla el brazal hasta una presión de 15-20 mmHg por encima del punto en que desaparece el pulso radial. A continuación, con el estetoscopio sobre la arteria humeral, en la flexura del codo, se deshincha lentamente.
La presión sistólica corresponde aproximadamente al momento en que se oyen los primeros latidos; a medida que se vacía el brazal son reemplazados por un soplo y después por latidos fuertes y agudos; llega un momento en que éstos se apagan y, pocos milímetros más abajo, desaparecen por completo. La presión diastólica se halla más próxima al momento en que los tonos desaparecen. Sin embargo, si el período entre el momento en que se apagan y aquel en que desaparecen es muy apreciable (a veces no desaparecen), hay que anotar ambos valores. Si los latidos braquiales son difíciles de oír, lo cual es muy frecuente, debe vaciarse el brazal por completo, poner el brazo vertical hacia arriba para que drene la sangre venosa y, tras una nueva insuflación, bajarlo de nuevo; esta maniobra da resultados excelentes.
El método auscultatorio puede ser fuente de diversos errores. Así, en ocasiones, tras alcanzar el nivel sistólico y seguir vaciando el brazal, existe una discontinuidad auscultatoria o zona muda, vacío auscultatorio, tras el cual se vuelven a percibir los latidos. Éstos pueden interpretarse erróneamente como correspondientes a la presión sistólica, cuando en realidad ésta es mayor. Dicho error se evita comprobando mediante palpación que el pulso radial haya desaparecido antes de empezar a deshinchar el brazal.
La utilización de brazales corrientes de 12-13 cm de anchura es adecuada para el adulto, aunque debe tenerse en cuenta que la lectura de la presión sistólica será algo más alta de la real en los individuos con brazos gruesos (se necesita más presión con el manguito para comprimir la piel) y más baja si los brazos son muy delgados. Por dicha relación entre la amplitud relativa del brazal y el registro de la presión, para medir la presión en los niños pequeños se utilizan manguitos de 3-8 cm de anchura y, en cambio, de 18-20 cm para medirla en los obesos o en los adultos a nivel del muslo.
Otra causa de error la constituyen las mediciones que se repiten tras mantener el manguito a tensión mucho rato o no haberlo vaciado por completo de aire. En el shock, el registro de la presión con el esfigmomanómetro puede ser muy inexacto y por ello se utiliza el registro intrarterial continuo.
Por último, ya hemos indicado la importancia de que el enfermo se encuentre tranquilo, pues, en caso contrario, las lecturas pueden ser muy altas y conducir a una interpretación falsa. Así, algunos enfermos con estado de ansiedad llegan, tras tranquilizarse, a acusar descensos de 60 mmHg en poco tiempo.

Valores normales. En el individuo sano, la presión arterial es bastante constante. En los niños de 3 a 10 años la presión sistólica es, aproximadamente, de 90 mmHg; entre los 10 y 15 años, de 100 mmHg; entre los 15 y 30 años, de 120-130 mmHg; entre los 30 y 50 años, de 130-140 mmHg, y entre los 50 y 60 años, de 140-160 mmHg. La presión arterial diastólica representa, en estado normal, la mitad de la sistólica más unos 10 mmHg.
Normalmente, la presión sistólica en las piernas es unos 10 mmHg superior a la de los brazos, pero la diastólica es similar.
El registro de la presión arterial en las extremidades inferiores puede confirmar el diagnóstico de coartación de aorta (hipertensión en los brazos en relación con la de las piernas) y tiene importancia en la valoración de la enfermedad obstructiva aortoilíaca en reposo y tras ejercicio.
En estado fisiológico la presión arterial por las tardes supera en 15 mmHg a la de la mañana. Al pasar del decúbito a la posición vertical la presión desciende en algunos individuos 5-15 mmHg. Por último, una ligera desigualdad entre las presiones de ambos brazos no es rara, pero la diferencia no suele sobrepasar los 10 mmHg.
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