HÁBITOS ALIMENTARIOS


Los hábitos alimentarios del anciano no siempre coinciden con sus necesidades nutricionales. Por lo general, sus gustos les llevan paulatinamente a reducir su consumo de carne y leche y a aumentar el de huevos, sin que por ello se produzca un déficit calórico. Estos cambios alimentarios en el anciano inactivo derivan de la situación social; de sus recursos económicos reducidos; de sus posibilidades de cocinar, almacenar y conservar los alimentos; de su dificultad para desplazarse a tiendas y mercados, y en otro plano, de una dentición precaria y deglución consiguientemente difícil.

Por lo tanto, el estado general, el nivel de actividad física, la merma de la capacidad masticatoria, de absorción y digestión de los alimentos son factores que determinan la composición de la dieta del anciano. Además, la misma cantidad de nutrientes y calorías que permiten que una persona se conserve en perfecta salud puede resultar insuficiente o excesiva para las necesidades de otro individuo a primera vista similar.
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